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Noticias médicas

Chocolate, comida de dioses 30/08/2011

30/08/11 

Érase una vez en la que los humanos sabíamos cómo leer la naturaleza para orientarnos y llegar a nuestro destino, pero llegó el GPS. Hubo un tiempo en el que los humanos sabíamos escribir y hacer operaciones matemáticas a mano, pero llegaron los ordenadores y las calculadoras. Hubo un tiempo en que los humanos conocían las propiedades beneficiosas de las plantas y productos naturales locales y cómo combinarlas en cada estación del año y para cada padecimiento, pero llegó la globalización y la comida rápida. Poco a poco, hemos ido perdiendo muchas de esas tremendas dotes de observación, evidentes en nuestros ancestros, a cambio de la ley del mínimo esfuerzo.

Como ilustración de la capacidad de nuestros antepasados de percibir las propiedades de las plantas del entorno, vamos a utilizar el producto del "Teobroma cacao", que se traduce literalmente como "comida de los dioses" y que todos conocemos más llanamente como chocolate.

Los Incas, los Mayas y los Aztecas lo utilizaron desde el siglo IV como una fuente de poder, energía y curación. Cuentan las crónicas que Moctezuma bebía chocolate en pequeñas cantidades hasta 50 veces al día, en su caso al parecer para aumentar su virilidad.

El primer encuentro conocido entre el chocolate y el mundo europeo fue en 1504 a través de Cristóbal Colon. Más tarde, Hernán Cortés, convencido de sus múltiples propiedades beneficiosas, lo convirtió en un componente esencial de la dieta de sus soldados, ya que, además de la propiedad antes citada, proporcionaba energía, concentración mental, aguante y sensación de bienestar.

Cortés describió en una de sus cartas al Emperador Carlos V que: "una sola taza de esta bebida fortalece tanto al soldado que puede caminar todo el día sin necesidad de tomar ningún otro alimento". Fue también Cortés quien se convirtió en el primer importador al traer una pequeña cantidad de semillas a España en 1528, aunque el primer cargamento comercial no llegó a Sevilla desde Veracruz hasta el 1585.

En Europa, al igual que en Mesoamérica, el beber chocolate estuvo restringido por mucho tiempo a la nobleza, hasta que, como resultado de intensos cultivos y subsecuente abaratamiento de la producción, su consumo se democratizó, pero sin perder en ningún momento su aura medicinal, ya que entre los siglos XVI y XX se le atribuyeron más de 100 propiedades medicinales.

El chocolate, tal como lo consumimos ahora, mayoritariamente de forma sólida, fue el resultado de procesos tecnológicos, principalmente en Holanda y Suiza, diseñados para adaptarlo a las costumbres y al paladar europeo y facilitar su consumo.

En los últimos años los estudios científicos están redescubriendo los que nuestros antepasados entendieron y experimentaron por siglos: que el chocolate negro tiene múltiples efectos saludables. Estos efectos han sido demostrados tanto a nivel epidemiológico como a nivel clínico. Los estudios poblacionales han demostrado que su consumo está asociado con menor mortalidad cardiovascular y riesgo de diabetes, infarto de miocardio e ictus, así como a un mejor bienestar sicológico.

Además de la evidencia sólida que teníamos desde hace algún tiempo sobre sus beneficios sobre la hipertensión, estos últimos días ha aparecido publicado en el "European Journal of Clinical Nutrition" un estudio que demuestra, en un análisis combinado de toda la evidencia clínica, que el consumo de chocolate negro reduce significativamente los niveles de colesterol en la sangre, sobre todo del colesterol "malo".

Sin embargo, este no es el único mecanismo responsable de la protección cardiovascular ya que, además, el chocolate contiene una de las mayores concentraciones conocidas de ciertos tipos de antioxidantes conocidos como polifenoles y que también se encuentran, aunque en menores cantidades, en el aceite de oliva extra virgen y en el vino tinto.

Estos antioxidantes combaten eficazmente los radicales libres que son promotores de las enfermedades cardiovasculares y en general de todas las enfermedades asociadas con el envejecimiento.

Sin embargo, no nos olvidemos de que, como en todo lo relacionado con la nutrición, más no es mejor y, en el caso del chocolate, hemos de balancear su aporte calórico con sus múltiples beneficios, incluyendo los psicológicos y de bienestar.

Afortunadamente, estos pueden ser obtenidos con un consumo moderado. Con respecto a la perenne pregunta de si somos lo que comemos, en el caso del chocolate, no creo que el comerlo nos convierta en dioses, pero al menos, si es de buena calidad, nos hará sentirnos como tales.