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Las bacterias de la lactancia protegen las defensas del bebé

02/11/11 

Siempre se había creído que la leche materna humana era estéril y que las infecciones sólo podían producirse por causas exógenas a la glándula mamaria. Las investigaciones llevadas a cabo en el Departamento de Nutrición, Bromatologia y Tecnología de los Alimentos de la Universidad Complutense de Madrid llevan más de una década ratificando la presencia de microorganismos junto a bacterias lácticas y bifidobacterias, tanto en la leche de la madre como en el intestino y las heces del neonato.

Ahora se cree que la riqueza bacteriana de la leche materna es prácticamente imposible de reproducir en una fórmula farmacéutica, a las que sí suele añadirse lactobacilos o bifidobacterias, ¿pero podrían añadirse microorganismos que en otras funciones son patógenos? Así se ha puesto de manifiesto durante el V Simposio Internacional sobre Tecnologías Alimentarias celebrado en la Universidad Politécnica de Cartagena.

"Podemos hablar de una microbiota mamaria temporal que se crea en el último tercio del embarazo y perdura varios meses hasta que se abandona la lactancia materna", explica el investigador Juan Miguel Rodríguez.

Esta es una de las claves de la leche humana, según el microbiólogo. Hasta seis o siete días después del destete la flora microbiana del bebé no pierde las características adquiridas gracias a la modulación de la microbiota intestinal de la madre durante el embarazo y la lactancia. ¿Pero cómo aparecen esos microorganismos en un lugar tan aséptico y protegido como una glándula mamaria sana? "Durante los últimos meses de gestación comienza a funcionar la ruta enteromamaria, que conecta la mucosa intestinal de la madre con la glándula mamaria y facilita esa traslocación de bacterias que no sólo son capaces de sobrevivir en su viaje por la circulación sistémica, sino que también perduran en el tracto digestivo del lactante".

Primeras horas
Esta perspectiva se ha logrado con la colaboración de centros de investigación españoles e internacionales, que han mostrado cómo los estreptococos y estafilococos que imperan en la leche humana juegan una función relevante en el neonato para protegerlo de los ataques exógenos de microorganismos. Desde las primeras 24 a 72 horas de vida el intestino del niño contiene una concentración bacteriana de 10 por gramo de heces y se ha visto que la protección es más alta durante los primeros seis meses de vida.

Además, gran parte de las sustancias de la leche materna interaccionan con algunas rutas metabólicas que optimizan el aprovechamiento de los nutrientes, "pero los beneficios se verán cuando ese niño tenga cuarenta o cincuenta años, ya que podría disminuir el riesgo de algunas patologías del metabolismo", recalca Rodríguez. El mismo grupo ha mostrado la eficacia de los probióticos orales en un ensayo clínico en mujeres con mastitis.

Los microorganismos administrados se incorporaron a las cepas naturales de la leche y aceleraron el restablecimiento de la madre sin causar trastornos al lactante; incluso mejoró hasta el aspecto de la leche, pues las muestras con mastitis eran de aspecto seroso, mientras que después del tratamiento con el probiótico tenía un tono brillante.