Noticias médicas
21/10/11
Durante las últimas cinco décadas, después de que se descubrieran propiedades antioxidantes en sustancias que tenemos y en ciertos alimentos, se instaló un modelo a seguir: si en pocas cantidades aportaban tantos beneficios, en dosis mucho más altas –posible sólo en fármacos– podían hacer maravillas. Así, era habitual que los médicos prescribieran vitaminas para tener más energía, para combatir resfríos o para abrir el apetito. Tanto, que llegó a haber una publicidad en la que una madre mandaba a su hijo a comprar naranjas y el chico volvía con un tubito de pastillas efervescentes. Pero la ciencia comenzó a poner a esa verdad absoluta en tela de juicio.
“En la década del 50 comenzó una corriente –impulsada por Linus Pauling, un premio Nóbel que vivió hasta los 93 años– que potenciaba la idea del consumo de altísimas dosis de vitaminas. Lo que ahora se está cuestionando es hasta dónde sirve tomar indiscriminadamente vitaminas en fármacos, más allá de que sean de venta libre”, explicó Silvio Shraier, ex presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición.
El germen de la duda se disparó entre los investigadores internacionales. “Todo el mundo está un poco perdido, porque tanto las vitaminas como los antioxidantes deberían actuar contra las enfermedades, pero los datos clínicos no muestran ninguna diferencia”, dijo Toren Finkel, director del Centro de Medicina Molecular en los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
Las razones de esas dudas están en los resultados de varios estudios: algunos mostraron evidencia en contra del uso de multivitamínicos para prevenir enfermedades. Otros, cuestionaron sus beneficios. En 2001, por ejemplo, investigadores británicos tomaron un grupo de pacientes con enfermedad de arterias coronarias y les dieron altas dosis de vitaminas antioxidantes (C, E y betacaroteno). Lo que vieron es que no les ocasionó ningún daño pero tampoco ningún beneficio.
En el último mes, además, se publicó evidencia en contra. Un estudio encontró que en los hombres que tomaban dosis altas de vitamina E aumentó un 17% el riesgo de desarrollar cáncer de próstata.
Se sabía, además, que el cáncer de pulmón en fumadores aumenta con betacaroteno. Y otra investigación había señalado que las multivitaminas en mujeres aumentan levemente el riesgo de mortalidad.
Sin embargo, los expertos locales son cautos: “Nadie pudo determinar si las personas que tomaron vitaminas tenían o no un cáncer anterior al estudio. Es muy poco probable que una vitamina sea responsable de crear un cáncer. Lo cierto es que desde que el cáncer es una célula hasta que se diagnostica pasan unos ocho años y los estudios demoran dos. En ese tiempo no se fabrica un cáncer”, explicó Schraier.
La nutricionista de la Universidad Favaloro, Mónica Katz, añadió: “Durante años, la vitamina E se consideró el antioxidante por excelencia. Se sostenía que quienes las tomaban tenían mucho menos riesgo de tener infartos. Pero lo que se vio es que el riesgo no baja demasiado. Por lo tanto, aún no existe suficiente evidencia científica para recomendar o contraindicar su uso. Lo que sí sabemos es que los argentinos consumen cada vez menos frutas y verduras, las principales fuentes naturales, y que los suplementos no deberían reemplazar a una dieta saludable, sino complementarla”.